La computadora amplía las posibilidades inmediatas de comunicación. En sentido estricto, se puede objetar que estamos ante un modo de comunicación incompleto. La ausencia de índices corporales así parece sugerirlo. Todos tenemos la necesidad de generar espacios imaginarios. El valor del juego Débora, en general, no se permite demasiado lugar para los juegos de la fantasía, pareciera buscar siempre un anclaje con lo terrenal. En la red, salvo en lo que se refiere a las cuestiones de sexo, las cosas para ella transcurren de diferente modo. Habla de filosofía, de proyectos de vida sobre los que no se acostumbra a hablar personalmente. Me acuerdo de una vez, hace poco, que charlando con un chico que estudiaba sociología en la U. Yo escribía una y la dejaba con puntos suspensivos para que él la completara.
Lo recuerdo bien. Las vivía como poco muy incómodo. Una sala enorme con mesas altas con comida mientras grupos de tres o cuatro personas que ya se conocían charlaban en corrillo. Tener 22 años y estar rodeado de hombres desconocidos vestidos con golilla y expresión seria puede ser intimidante. Por fortuna he aprendido mucho. Todo era un juego y si poco te ponía nervioso solías interpretarlo como emoción, no como miedo. Probablemente no te costaba nada acercarte a la casa del nuevo vecino a reconocer si podías entrar a conocer a su hijo. Algunas de las mejores amistades de mi vida las hice así. Pues que el paso de los años nos ha mostrado la cara amarga de la sociedad.
Mensajería Una semana. Ese fue el tiempo que duré en Tinder. Siete minutos es la cantidad de la que dispones para hablar con esa andoba que se sienta en tu banco. Con el sonido de una campana, los chicos tienen que levantarse y avanzar a la posición siguiente entretanto nosotras esperamos.
